INTERNACIONALES- Los cubanos residentes en Miami festejan la muerte de Fidel Castro

Hombres y mujeres de todas las edades se congregaron en la Calle Ocho, el corazón de la comunidad del exilio cubano. Y aunque con esperanzas de cambios en la isla, admitieron que el camino a la democracia no será inmediato.

Los cubanos residentes en Miami celebraron en la famosa Calle 8 de Miami.

Agitando banderas, haciendo sonar las bocinas de sus carros y caminando al compás de cánticos de «¡Libertad, libertad!», una multitud de exiliados inundó las calles de Miami el sábado para celebrar el deceso de Fidel Castro.
Hombres y mujeres de todas las edades se congregaron en la Calle Ocho, el corazón de la comunidad del exilio cubano. Y aunque con esperanzas de cambios en la isla, admitieron que el camino a la democracia no será inmediato.
Pedro López, uno de los dirigentes del Partido Liberal Cubano en Miami, expresó su alegría por la muerte de Castro pero aseguró que no habrá cambios por ahora. «Murió el símbolo, pero la dictadura continúa», dijo a la cadena Univisión.
En el mismo sentido se manifestó el senador cubano-estadounidense Marco Rubio, quien destacó que «aunque ha muerto un dictador, la dictadura no ha muerto».
La policía bloqueó por momentos la Calle Ocho frente al restaurante Versailles, centro de reunión del exilio cubano de Miami, donde algunos manifestantes saboreaban un típico café cubano y fumaban habanos mientras helicópteros sobrevolaban el área.
«Después de 57 años me siento muy alegre, pero muy triste también porque hay tantos cubanos muertos», dijo Armando Gutiérrez, un ex combatiente de Bahía de los Cochinos de 81 años.
«¡Cuba sí! ¡Castro no!», coreaban unos mientras otros gritaban «¡Cuba libre!».
Las celebraciones se convirtieron en una fiesta callejera con altoparlantes improvisados que a todo volumen pasaban «Guantanamera» y «Ya vienen llegando» de Willy Chirino.
En medio de la multitud se veían en lo alto carteles que decían «Fidel ésta es tu casa» junto al dibujo de un ataúd y «Satanás: Fidel ahora te pertenece. Dale lo que se merece. No lo dejes en paz».
No es una sorpresa. Castro proyectó su sombra sobre Miami durante décadas y, en muchos sentidos, su política y su control del poder también dieron forma a la ciudad y sus habitantes.

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Muchos cubanos huyeron de la isla a Miami, Tampa, New Jersey y otros lugares tras la llegada de Castro al poder en 1959. Algunos eran leales a Fulgencio Batista, su antecesor, y otros se fueron con la esperanza de poder retornar tras el derrocamiento de Castro. Algo que nunca ocurrió.
Miles dejaron atrás sus posesiones, seres queridos y la educación o los negocios que tanto les había costado conseguir y viajaron a Estados Unidos en avión, barco o balsa. Muchos fallecieron en la travesía marítima hasta el extremo sur de Florida y otros nunca volvieron a ver la casa donde nacieron, sus vecindarios, sus empresas y a los primos y tíos que dejaron atrás.
Los que lograron llegar a Miami en los años que siguieron a la revolución adoptaron una clara postura anticastrista.
«Siento vergüenza de sentir felicidad por la muerte de un ser humano, pero es lo que siento», admitió Miraya Álvarez, quien llegó de Cuba ocho años atrás.
Para salir de la isla ella y su esposo se separaron momentáneamente para casarse legalmente con costarricenses. Luego, en Costa Rica, pagaron a coyotes para que los trajeran juntos a Estados Unidos a través de la frontera con México.
José Argibay, de 64 años, explicó que lo que festejaba el exilio era «el inicio de una posible libertad en Cuba» y expresó su esperanza de que «estas manifestaciones de alegría los presionen (a Raúl Castro y dirigentes cubanos) ante el mundo».
Cada Fin de Año los cubanos de Miami brindaban diciendo «el próximo año en Cuba». Pero a medida que los exiliados envejecían, Castro los sobrevivía, el presidente de Estados Unidos Barack Obama suavizaba el embargo y los más jóvenes regresaban a la isla, el brindis dejó paso al silencio.
En Miami, donde La Habana queda más cerca geográfica y psicológicamente que Washington, la noticia de la muerte del líder revolucionario era muy esperada entre los exiliados. Los rumores del deceso eran intermitentes desde hace décadas y el fallecimiento de Fidel se había convertido en una especie de broma porque siempre parecía estar a punto de suceder.
«Lamento que se haya muerto, pero bastante daño hizo», expresó José Antonio Díaz, un ex preso político cubano de 73 años que llegó a Miami en 1984 tras haber permanecido 16 años encarcelado en la isla.
A su lado, tomándolo de la mano, su esposa Mirta Barbosa, de 66 años, dijo que tenía esperanzas de cambios en Cuba pero aclaró que «todavía falta mucho para la libertad».
Henry Marinello, un exiliado cubano que llegó en 1961 cuando tenía tres años, dijo sentir «una felicidad enorme» tras recordar que su padre fue fusilado en 1967 en Cuba por tener ideas opositoras.
«Este es el mejor regalo que recibí’, dijo Juan Gomez, de 91 años cumplidos el viernes.
Fuente: LA CAPITAL
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