Locales-Saint Amant II: concretaron la cuarta audiencia en el recinto del Concejo

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En la jornada de ayer, la ronda de testigos comenzó con las exposiciones de los cuatro hermanos Grilli, cuyos progenitores albergaron a los hijos del matrimonio Lanzilloto-Santillán en Rosario. El testimonio más importante fue el de Alberto Bogado, que siendo personal de la penitenciaría de San Nicolás fue testigo de los maltratos a Carlos Santillán.

Ayer en horas del mediodía en el recinto del Concejo Deliberante se llevó a cabo la cuarta audiencia testimonial en el marco del juicio Saint Amant II por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico militar.

Como es habitual, las audiencias programadas para las 11:00, comenzaron con más de una hora de retraso.

Una vez que fueran ubicados los imputados, los abogados de la querella, los defensores, el público en general y los jueces Vázquez, Paulucci y Escobar Cello, comenzaron a tomar los testimonios programados con relación al caso Lanzilloto-Santillán.

 

Alicia Grilli

La ronda de testigos comenzó con una breve exposición a cargo de Alicia María Grilli que indicó que en 1976 contaba con 23 años de edad. Recordando el curso de los hechos, Alicia dijo que su madre trabajaba en Cáritas de la capilla Cristo Rey del barrio de Fisherton en Rosario. “Un día vinieron a buscar a mi mamá las colaboradoras de la capilla porque habían encontrado a dos niños en las puertas del templo”, aseguró la testigo.

Movida por la solidaridad que la caracterizaba, María Angélica Cuestas, mamá de los cuatro hermanos que oficiaron de testigos en la audiencia de ayer, decidió solicitar, ante el Juzgado de Menores, la tenencia de la pequeña Lucía de dos años y Jorge de un año, ambos hijos del matrimonio Lanzilloto-Santillán, hasta que algún familiar los reclamara.

De acuerdo con lo expuesto por la testigo Jorge no hablaba casi nada pero Lucía contaba muchas cosas, se acordaba de que su mamá le había dado la mamadera, la saludó y que dos hombres se la llevaron a ella y a su hermano en un auto de color negro.

También agregó que Lucía recordaba que a su papá (Carlos Santillán) le habían pegado en la panza y que su mamá (María Cristina Lanzilloto) no podía ir a buscarla porque tenía una pulsera, haciendo alusión a las esposas.

 

Lucía Grilli

La segunda en prestar declaración fue otra de las hermanas Grilli, Lucía, que al momento de los hechos contaba con 13 años de edad. “Llegué a casa una noche y encontré a dos pequeños en los brazos de mis padres que luego me contaron lo sucedido”, expresó Grilli, al tiempo que recuerda a la pequeña Lucía Santillán extrañando por las noches a Tina y Cacho, sus padres que habían sido secuestrados por los militares.

 

Pablo Grilli

El menor de los hermanos Grilli es quizá quien recuerda uno de los momentos más emotivos de la historia: el reencuentro entre los pequeños, Lucía y Jorge, y sus abuelos paternos. “Un viernes de febrero de 1977 estábamos comiendo y golpearon la puerta, eran los abuelos de los nenes que al momento de verlos los abrazaron y rompieron en llanto”, contó emocionado el testigo.

El matrimonio Grilli invitó a los Santillán a quedarse durante el fin de semana, y ante la aceptación de éstos organizaron el bautismo de los pequeños que fueron apadrinados por Arnaldo Juan Carlos Grilli y María Angélica Cuestas.

 

Arnaldo Grilli

El hermano mayor de los Grilli, llamado igual que su padre Arnaldo Juan Carlos, tenía 26 años cuando sucedieron los hechos que ayer lo hicieron testigo en la audiencia del juicio.

Arnaldo brindó un relato similar al de sus hermanos y acotó que después de que los niños se fueran con sus abuelos a La Banda, localidad de Santiago del Estero, las comunicaciones entre ambas familias continuaron y se estrechó un vínculo de parentesco.

 

Testigo ocular

El último testigo y quizá uno de los más importantes de la jornada por los datos que aportó fue Alberto Bogado que en 1976 formaba parte de la dotación de personal del servicio penitenciario de San Nicolás, precisamente, su trabajo era realizar los controles en la unidad externa.

Haciendo memoria, el testigo recordó que en zonas linderas a la penitenciaría se hallaban ubicadas algunas casas que, generalmente, eran utilizadas para albergar a quienes tenían altos cargos dentro de la Policía Bonaerense. Con los cambios realizados por los militares, esas casas pasaron a estar deshabitadas pero una de ellas era utilizada para alojar a los presos “subversivos”, es decir, personas que eran detenidas de manera clandestina por oponerse al régimen dictatorial.

 

Saint Amant

El principal acusado de ésta mega causa es Manuel Saint Amant que se desempeñó como jefe del Batallón de Combate de Ingenieros 101 y del Area Militar 132 con sede en San Nicolás para los partidos de San Nicolás, Ramallo, San Pedro, Baradero, Arrecifes, Capitán Sarmiento, San Antonio de Areco, Colón y Pergamino.

En un tramo de la declaración, la fiscalía preguntó a Bogado sí había visto alguna vez a Saint Amant. “Sabíamos que Saint Amant podía llegar en cualquier momento. No tenía un horario fijo. Podía venir sólo o acompañado”, declaró el testigo.

Hombres de confianza

Si bien en un primer momento, los militares elegían, para custodiar esa casa, a personas de su confianza, luego empezaron a adoctrinar al personal penitenciario para que presenciaran los interrogatorios a los supuestos “subversivos”. En este sentido, primeramente, a los interrogados se les daba la oportunidad de expedirse de manera pacífica pero luego, ante la negativa del detenido a contestar las preguntas, se les daban descargas eléctricas. Al lado de los detenidos, durante los interrogatorios, eran asistidos por médicos, enfermeros y psicólogos que daban fe de los signos vitales de los detenidos para ver si se lo podía seguir interrogando.

Entre los detenidos Bogado vio a María Cristina Lanzilloto y a Carlos Santillán en un cuarto durmiendo abrazados junto a sus pequeños hijos.

 

A Carlos Santillán

Bogado fue uno de los testigos oculares y auditivos de la tortura propinada a Carlos Santillán en la casona de San Nicolás. De acuerdo con lo informado por el testigo, él pudo ser testigo de que a Santillán le pusieron una toalla mojada en la cara mientras que un oficial le tiraba agua para ahogarlo. Asimismo contó que le sacaron las uñas con tenazas, le arrancaron los pelos con pinzas y le incrustaban objetos filosos en el cuerpo. Por otra parte lo amenazaban con no darle de comer a sus hijos si no les daba la información que ellos necesitaban.

 

Baja

El 18 de noviembre de 1977 a Bogado se le otorgó la baja, que había pedido con anterioridad, del servicio penitenciario. Por espacio de poco tiempo pudo ejercer la vigilancia dado que quedó traumado luego de su labor en la penitenciaría.

En reiteradas oportunidades, Bogado quiso realizar declaraciones acerca de lo que había vivido pero sufrió intimidaciones, persecuciones e incluso amenazas.

 

La Opinion de Pergamino

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