EL KILÓMETRO 0 DEL FOLKLORE ARGENTINO: ATAHUALPA YUPANQUI

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Héctor Roberto Chavero, criado entre peones, gauchos, con familia y amigos que se reunían en torno a un fogón amistoso con un canto serio, concentrado, con una fascinación especial, es sin duda el máximo referente en el mundo del folklore argentino y, permítanme decir, del mundo.

Músico, guitarrista, cantautor, poeta y escritor, dejó una gran obra que es de vital importancia para aproximarse al paisaje musical argentino, así como a su entonación, su memoria y sus costumbres.

Nacido en 1908, en una posta rural de Pergamino, Don Ata comenzaría a incursionar en el mundo de las cuerdas aprendiendo a tocar el violín con el cura del pueblo, pero enseguida encontraría en la guitarra una mejor forma de expresarse, instrumento que lo acompañaría años más tarde en sus viajes por el resto del mundo. El temprano fallecimiento de su padre lo hizo jefe de familia a temprana edad. Jugó a tenis, practicó boxeo, fue un improvisado cronista, maestro de escuela, músico y tipógrafo y, por sobre todas las cosas, un agudo observador del ser humano y del paisaje. Con sus valientes 19 años, compuso su primera canción, «Camino del Indio», queriendo expresar ese caminito tucumano querido que lo llevaba hacia la casa de un viejo amigo indio. Su gran sentimiento comunista le dio coraje para participar de la revuelta en Entre Ríos junto a los hermanos Kennedy. Como resultado, tuvo que partir hacia Uruguay unos años, pero este exilio lejos de callar su voz lo mantuvo tocando y cantando en bibliotecas y escuelas.

Los años siguientes son los que, con esfuerzo, trabajo, censura y exilio le trajeron el reconocimiento que Atahualpa merecería. Interpretó sus canciones no solo en Argentina, cantó con Edith Piaf en París en el año 1948, y dio cientos de conciertos en Latinoamérica, varios países europeos y Japón. A pesar de haber viajado alrededor del mundo y haber visto paisajes de todo tipo, su gran amor lo conoció en su Tucumán querido, en 1942: la pianista y compositora Nenette Pepin, quien años más tarde fue autora de algunos temas muy conocidos de su marido, que, dada la mentalidad conservadora de la época, tuvieron que ser publicados bajo el nombre de Pablo del Cerro.

El reconocimiento del trabajo etnográfico de Yupanqui se encendió durante la época de los sesenta como una llama que hoy en día no se apaga y creo que no se apagara jamás. Artistas como Jorge Cafrune, Alberto Cortez y Mercedes Sosa grabaron sus primeras composiciones y lo convirtieron en un músico popular entre los más jóvenes de esa época. Décadas más tarde lo harían también Soledad Pastorutti, Pedro Aznar, Enrique Bunbury, León Gieco, Andrés Calamaro o Divididos, entre otros. Sin ir más lejos, en las plataformas musicales de hoy en día, como Spotify, se pueden encontrar más de un centenar de canciones de él. Y es que no es de extrañar que incluso aquellos que quieren tener una mayor concentración escuchen su poesía musical. Quién dice que Leo Messi no pone Atahualpa Yupanqui antes de un partido con la albiceleste, o que lo haga el jugador de póker Leo Fernández antes de jugar una partida o lo hiciera anteriormente con el ajedrez. Tanto eco sigue haciendo su nombre que a comienzos de este año, se denominó a la localidad pergaminense de Juan Andrés de la Peña como Kilómetro 0 del Folklore Argentino, en alusión a la tierra donde nació Yupanqui. En el contexto internacional, en el aniversario 104 del nacimiento de este poeta argentino, Google le ha rendido un homenaje dedicándole un doodle.

En una nota para un medio español, Don Ata se describió como: “Un argentino cantor de artes olvidadas que camina el mundo para que los pueblos no olviden el mensaje sereno y fraterno de los paisanos de mi tierra”. Luego de 27 años de su desaparición física, me animo a afirmar a Don Ata que su mensaje sigue intacto, como así también su prosa y su música.

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