Locales-La otra cara del temporal: Pergamino solidario

Médicos y enfermeros, docentes, voluntarios, bomberos y cocineros son algunos de los roles que resultaron imprescindibles ante la emergencia que planteó la crecida del arroyo Pergamino, que obligó a evacuar a una importante cantidad de familias pergaminenses. 

En los distintos centros que se montaron en esta emergencia, fueron múltiples las tareas que hubo que planificar para llevar adelante la contingencia. La mayoría de ellos además son vecinos de familias inundadas, lo que los transforma a ellos mismos en afectados por este temporal que azotó a Pergamino durante la última semana. Sin embargo, antepusieron su vocación y se dispusieron a trabajar con la premisa de: ayudar al que lo necesita.

En las siguientes páginas se publican algunas historias en primera persona de pergaminenses que están trabajando en esta contingencia. De ninguna manera son los únicos, por el contrario, retratan a la innumerable cantidad de gente que por su trabajo en el sistema público o por su vocación de servicio decidieron colaborar con los inundados.

 

Salud, en primer lugar

La doctora Graciela Oviedo es pediatra y trabaja en atención primaria. Durante la contingencia estuvo abocada a atender en varias salas. “Mi rol ha sido trabajar como médica pediatra que es lo único que sé hacer”, refiere en diálogo con LA OPINION y describe lo que ha sido su tarea, dedicada fundamentalmente a la atención de la emergencia y el trabajo en prevención para evitar enfermedades.

“Ya conocemos lo que significa una inundación, lo que la invasión del agua trae aparejado desde el punto de vista de la salud, porque es agua que uno no sabe de dónde proviene y hay gérmenes que vienen con ella, la contaminación de la tierra es total en estos casos”.

La profesional indicó que en el contexto de una inundación es muy difícil trabajar en prevención porque confluyen cuestiones culturales y hábitos de vida complejos de desterrar. “Los chicos juegan en el agua, están nadando en el agua, no quieren salir; la gente no quiere salir de sus hogares, les explicamos posibles consecuencias, los invitamos a ir a los centros de evacuación, pero las mujeres no quieren dejar a sus maridos solos, es muy difícil trabajar la prevención en distintos contextos.

“No entiendo mucho de Psicología y la aplico ‘made in casa’ pero influye mucho el hecho de que no quieren abandonar su hogar porque es su hogar, porque temen al robo y no quieren dejar sus maridos solos; no sabemos bien por qué sucede esto, pero es algo muy arraigado, algo hace que quieran quedarse en su casa, aun con la fuerza que tiene el agua”, insistió.

Con respecto a los temas de salud que se atienden en este tipo de contingencias, la doctora Oviedo refirió: “En un principio se ve lo común, las bronquitis obstructivas, las alergias, las parasitosis, se observa la patología que ya estaba en danza” y advirtió que lo más complejo viene después.

“Tienen que saber que cando hay una inundación pueden aparecer patologías que antes no existían hasta cinco años después, por eso la prevención tiene que venir después”.

Graciela Oviedo tiene experiencia de trabajo en emergencias, estuvo en la inundación de 1995 y asegura que “el miedo de la gente es el mismo”.

“La diferencia es que ahora tienen más cancha, en aquel momento los tomó muy desprevenidos, ahora estaban preparados, aquella vez el agua los sorprendió durmiendo y se despertaron porque tenían agua en el colchón”, recordó y trajo a su relato experiencias personales vividas durante aquella trágica inundación.

Consultada respecto de qué conductas se alteran en torno a este tipo de emergencias, la pediatra remarcó que “todos los comportamientos cambian, no sólo en los chicos, sino en los grandes”.

“Hay una urgencia por querer resolver distintas situaciones, hay personas que demandan lo que necesitan y gente que quiere resolver esa necesidad”, señaló y a título personal confesó: “Uno se pone mal porque da mucha impotencia descubrir que contra el agua no se puede.

“Como médica escucho que el agua sale por las cloacas y eso me desespera, porque pienso en la gente y en lo que significa la contaminación, porque por más que hayan salido de sus casas, esos lugares quedan contaminados y económicamente nadie está en condiciones de reorganizar la vida después de una emergencia como esta”.

Por último y con relación a lo que deja como aprendizaje esta experiencia, Oviedo opinó que “mi condición de médica se expresa siempre, hace 26 años que trabajo en atención primaria, me importa el niño y su familia, y hago todo lo que está a mi alcance para ayudarlos, lo que me queda de la experiencia es decir ‘no pasé por la vida sin haber hecho algo’”.

 

Ayudarlos a pasar el tiempo

A la par de la asistencia alimenticia y de provisión de ropa, hay tareas que trascienden lo asistencial y que tienen que ver con la contención. Es muy importante la cantidad de chicos que se han visto afectados por este temporal y en cada centro de evacuación han tenido la prioridad.

 

Sandra Pérez es docente del turno tarde del nivel inicial en el Centro de Desarrollo Comunitario del barrio José Hernández. Hace diez años que trabaja en ese lugar y aunque ha intervenido en algunas emergencias, reconoce que “ninguna ha sido como esta con tanta cantidad de evacuados”.

“Estamos más horas, venimos a la mañana y nos vamos a la noche, demanda mucho compromiso porque tenemos que andar de acá para allá asistiendo a los chicos”, destacó.

Con respecto a la tarea que se les propone a los chicos que están evacuados, refirió que “les propusimos juegos y actividades recreativas” y destacó que “vienen muchos voluntarios a colaborar con nosotros”.

Sandra asegura que muchas cosas de la rutina cotidiana cambian, “los chicos están más alterados, algunos lloran mucho, pero es por la misma situación que están viviendo”.

Sandra vive en el barrio 27 de Noviembre, ella es también una afectada por la inundación. “Vivo cerca de acá y en mi casa estamos también bastante complicados, pero la vamos piloteando como podemos, pero la mayor parte del tiempo estoy acá que es donde más me necesitan”.

Considera que su rol docente se expresa mucho más en esas circunstancias, pero confiesa que “gana la angustia porque es desesperante ver que el agua les llega y no podés hacer nada; hacemos todo lo que podemos por ellos”.

 

 

La noble tarea de cocinar para muchos 

 

Teresa Funes es cocinera del Centro de Desarrollo Comunitario del barrio José Hernández hace más de 20 años, razón por la que estuvo presente ayudando durante la inundación de 1995 y en los episodios en que el agua se apodera del temor de los vecinos de ese barrio.

Teresa fue uno de los testimonios valeroso al que el Diario pudo acceder para saber cómo se estructura el trabajo ante un episodio de estas características. “Debemos hacer más cantidad de comida. La directora nos indica cuál es la comida y avanzamos con las ayudantes de cocina en la elaboración de los platos. Por otra parte, soy la encargada de hacer los pedidos de los insumos para asegurar que todos tengan una buena alimentación”, aseguró Funes.

Además de cocinera, la entrevistada es vecina y su situación es también delicada. No obstante deja de lado su condición individual, se coloca el delantal y empieza a cocinar para 300 personas.  “Preparamos 3 ollas grandes de comida porque además debemos enviar viandas a diferentes barrios”, aseguró la cocinera destacando también la labor de Graciela Otrera, que también está  a cargo de la elaboración de las comidas.

A las personas evacuadas se les ofrece desayuno “chocolatada, té con leche, pan con mermelada, dulce de leche, budín, pan dulce y tortas fritas. Los menús son guiso de fideo, de arroz, pastel de carne  y salpicón”, contó Funes.

Todos los actores que confluyen, sean trabajadores o voluntarios, despliegan una intensa labor de contención. Desde las cocineras, pasando por las docentes y hasta el personal de limpieza, fortalecidos espiritualmente, se predisponen a ayudar al más necesitado. “Debemos entender al otro, ponernos en el lugar del otro, del más necesitado, del que perdió todo pero gracias a Dios los vecinos responden  bien a nuestra tarea y eso nos gratifica”, Concluyó Teresa.

 

 

El agradecimiento, la mejor recompensa 

 

Estela es una de las tantas mujeres, madre y abuela, que junto a sus hijos y nietos se encuentra evacuada en el Centro del barrio José Hernández. Agradecida por la ayuda que ofrece el grupo humano de esa institución, Estela contó a LA OPINION que “nos están atendiendo muy bien. Estoy desde el lunes junto a mis 5 hijos, mi nuera y mi nietita y agradezco al personal de este centro porque nunca nos hace faltar nada. Si necesitamos ropa la pedimos y nos dan, pedimos pañales y nos ayudan y nos permiten bañarnos”.

La vecina del barrio vive junto a su familia en una precaria casa ubicada en calle Güiraldes “al fondo”, como ella dice para explicar que su vivienda se encuentra a pocos metros del arroyo Pergamino. “Algunas cosas logramos salvar pero no nos quedó nada de ropa, ni frazadas, ni cama por eso pedimos a los ciudadanos que sean solidarios”.

 

 

Bombero y voluntario 

 

Rubén Mobio ejerce un doble rol: el de bombero y el de voluntario que se encuentra a disposición de la Municipalidad para realizar cualquier tipo de trabajo que se le solicite. “Estoy a disposición de lo que pidan las diferentes áreas del Municipio, ayudando en este momento tan delicado. La abundante caída de agua en esta oportunidad y la inestabilidad del tiempo hacen que estemos pendientes de las personas afectadas, particularmente, quienes viven en el barrio José Hernández. Cuando el agua bajó en los últimos días decidimos trasladar a los vecinos pero con la última caída de más de 60 milímetros del viernes, muchas personas volvieron al centro de evacuados”, sostuvo el bombero.

 

Más tiempo

De acuerdo con lo explicado por el entrevistado “el cuco del 95 (por la inundación sufrida por miles de personas en nuestra ciudad) nos agarró desprevenidos, rápidamente cayeron más de 300 milímetros en una hora cuando la gente estaba durmiendo y se despertó con el agua en sus casas. En esta oportunidad es diferente, pudimos controlarlo porque llueve y para y hay un equipo de contingencia armado de antemano”.

 

Temor constante

Salvando las distancias entre la inundación de 1995 y la que produjo zonas anegadas en los últimos días, el temor de la gente se revive cuando las lluvias son abundantes.

Desde aquel 7 de abril de 1995, los pergaminenses viven en “hiperalerta” ante la lluvia, una defensa de la psiquis ante el recuerdo de la tragedia y el temor a una repetición.

“Frente a situaciones inesperadas, que ponen en severo riesgo nuestras vidas, la de seres queridos, se instala un profundo sentimiento de vulnerabilidad, es como si repentinamente la conciencia de la muerte se instalara en nosotros, esto activa un sistema biológico normal, de lo que podríamos llamar simplificando, el `instinto de supervivencia”, explican algunos psicólogos.

Testigo en primera persona de ese temor, Mobio aclaró: “El temor es el mismo. Las personas angustiadas intentan salir, primero de la situación que los afecta, y después dejan entrever la bronca, la impotencia que genera este fenómeno”.

Es ese el momento en que, en su condición de bombero, Rubén despliega su labor de contención. “Soy vecino del barrio y les hablo de igual a igual, así logro una muy buena comunicación con las personas”, concluyó el voluntario.

 

 

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