Medio año pasó de aquella mañana fría de agosto en la que Santiago Maldonado corrió con los gendarmes disparando a sus espaldas sobre las tierras de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen. Seis meses ya transcurrieron desde el último día que el joven tatuador de 28 años estuvo con vida, desde el momento que, con su mochila a cuestas, se tiró al agua helada del río Chubut para no ser lastimado o detenido y no volvió a salir con vida. 78 días más tarde lo encontraron allí mismo, flotando entre las ramas de los sauces. Habían corrido todo tipo de versiones. Estaba muerto.

Para el Gobierno se trató de un «ahogamiento accidental». Para la familia Maldonado y los organismos de Derechos Humanos que integran algunas de las querellas, muy lejos se está de conocerse los motivos que llevaron a Santiago a morir ahogado. «No estaba allí pescando», repite como un mantra Sergio, hermano de la víctima. Y la lupa la pone sobre el rol de algunos de los 70 gendarmes que entraron cerca del mediodía del 1º de agosto a la Pu Lof, aun cuando ya habían logrado desalojar la ruta 40, cortada desde temprano por seis integrantes de la comunidad mapuche, más Maldonado y un chileno llamado Nicasio Luna.

Tras la aparición del cuerpo y la autopsia, en la que 55 peritos determinaron que Maldonado había muerto por ahogamientocoadyuvado por la hipotermia, la fiscal federal Silvina Avila pidió que la carátula se cambiara. El juez original del caso, Guido Otranto, había tipificado el delito que se investigaba como «desaparición forzada». Meses más tarde, la Cámara de Comodoro Py lo recusó y fue sucedido por Guillermo Gustavo Lleral, juez de Rawson. Este magistrado negó renombrar el expediente a «averiguación de causales de muerte», como había pedido Avila, y mantuvo, al menos hasta el comienzo de la feria judicial, la carátula original. «No es relevante», respondió el 22 de diciembre, 24 horas después de la solicitud de la fiscal.

La causa está momentáneamente «planchada». Enero fue un mes sin actividad judicial. Lleral volvió a Rawson y algunas versiones indican que el magistrado ya no regresará a Esquel, donde había montado su equipo de trabajo, y dirigirá la investigación desde su oficina original. Por ahora no movió el expediente hacia la hipótesis del «ahogamiento accidental», como el Gobierno nacional sostiene en la denuncia que días atrás hizo contra algunos mapuches por «falso testimonio». Para Lleral la carátula no tiene importancia, pero es incierto cuánto demorará en modificarla y hacia dónde.

Juez Guillermo Gustavo Lleral (Télam)

Juez Guillermo Gustavo Lleral 

La primera medida que agendó el magistrado para 2018 se hará efectiva el martes 6 de febrero. Ese día, desde las 9 de la mañana, declararán como testigos en tres turnos Milton Daniel Roberts, Lucas Ezequiel Castillo y Benjamín Osvaldo Pena Garrard, buzos de los Bomberos Voluntarios de Trelew, especialistas en rescate de cuerpos en los ríos patagónicos, que participaron del rastrillaje llevado a cabo el 12 de diciembre pasado junto a dos integrantes del Equipo de Antropólogos Forenses (EAAF) y un equipo de Criminalística de la Policía Federal.

Aquella vez los buzos, convocados por Lleral, revisaron el río, su profundidad y vegetación. Se hizo inspección subacuática en el lugar del hallazgo, de toda la zona del río circundante al lugar donde estaba el cuerpo, se inspeccionó la profundidad, y se tomaron medidas desde la costa hacia el cauce. Los bomberos explicaron que el lugar donde se ahogó Maldonado es un terreno irregular, con ramas, fango y corrientes pronunciada. Y seguramente deban ampliar esas percepciones ante el juez en los próximos días.

«Va a ser interesante la versión de los buzos. Ese lugar era una trampa mortal. Ellos mismos se quedaron enredados tres veces por la cantidad de raíces hundidas y aclararán muy bien el lugar donde se encontró el cuerpo», comentó a Infobae una fuente de Gendamería, quien sostuvo que «no hay pruebas de que pudo haber habido algún tipo de desaparición forzada».

Desde Gendamería, lógicamente, piensan como desde el Gobierno. Y apuntan a las «mentiras» y contradicciones de algunos integrantes de la comunidad mapuche. Matías Santana (20) declaró ante la Justicia que él vio cómo los gendarmes golpeaban un bulto y lo subían a un Unimog. Y que ese bulto tenía algo celeste, como la campera que él le había prestado a Maldonado. Pero la autopsia no mostró signos de golpes ni de arrastre en el cuerpo de la víctima.

Lucas Pilquiman (19), conocido como el «testigo E», relató que él corrió junto a Santiago hacia el río mientras detrás entraba Gendarmería. Que lo vio por última vez ya dentro del Chubut cuando el tatuador -que le temía al agua y no sabía nadar- le dijo que siguiera, que él se quedaba. Y que al cruzar todavía lo observó escondido de Gendarmería, es decir, vivo, detrás de los sauces.

Emmanuel Echazú (NA)

Emmanuel Echazú 

Tanto para la familia como para los organismos de Derechos Humanos para una conclusión como la del Gobierno falta investigar. Resta definir a cuánta distancia estuvieron los gendarmes más próximos a Santiago Maldonado en el momento en que se ahogó. Uno de los apuntados de siempre fue Emmanuel Echazú, recientemente ascendido al escalafón de alférez y trasladado a cumplir tareas en Buenos Aires.

La familia Maldonado, que en diciembre fue recibida por el Papa Francisco en Roma, quien les dijo que los acompañaba en el reclamo «de verdad y justicia», ampliará su postura este jueves. Será en una jornada «en contra de la impunidad y para mantener viva la memoria». Será en el auditorio Foetra y participarán políticos, periodistas, organismos de DD.HH. Finalmente, cerca de las 21, hablará Sergio Maldonado. Recordará a su hermano. Y volverá a pedir Justicia.