Ailín Pereyra y Geraldine Davini son dos jóvenes arrecifeñas que se encuentran de paseo por Paris y les tocó vivir en ese lugar la dramática experiencia del múltiple atentado sufrido por la capital francesa, que provocó más de 150 muertes.

Afortunadamente las chicas estaban lejos del centro de la ciudad y se enteraron de lo ocurrido, paradójicamente, por mensajes recibidos desde Arrecifes.

Luego de ello, Ailín escribió las siguientes líneas, publicadas por Minuto Arrecifes:

Gracias a todos los que se preocuparon, estamos bien y tranquilas.

El viernes, hasta las diez de la noche Paris era una fiesta. Una feria navideña abrió al final de los Campos Elíseos y el clima era tan festivo como a fines de diciembre; luces, música, pinos con nieve de mentira en sus hojitas, figuras de Papá Noel y soldaditos en cada esquina. La gente sonreía tomando y comiendo cosas ricas, comprando cositas lindas, o simplemente apreciando el escenario divino.
La señora piernas largas custodia al otro lado del Sena e ilumina la ciudad, hermosa e inmensa.

Después de un largo día, a las diez y media de la noche, entramos a la habitación del hostel y desde Argentina, nos preguntan si estamos bien, no entendemos que pasa, recién llegamos de una de las previas a Navidad mas bellas que pudimos ver en nuestra vida, las fiestas blancas de las películas.

Tuiter, que más que red social es un servicio, nos informa del horror. Los tiroteos y bombardeos fueron en una zona alejada de nuestro barrio, pero la ansiedad tocaba el techo. El hostel cerró la puerta con llave y sin decir nada a todos nos corrió un escalofrío por la espalda; era real, estaba pasando algo espantoso en varios de los puntos mas importantes y turísticos de la ciudad que nos esta alojando por unos días, que todos vinimos a admirar por sus luces, belleza e historia.

Paris estaba tan radiante que resulta imposible pensar que en cuestión de horas estaba teñida de rojo, no hay mas luces, no hay mas sonrisas ni ambiente festivo, sólo sirenas, horror y una tristeza inmensa.

Hoy estamos alejadas del centro, estamos tranquilas. Sentadas en el Barrio Latino, como si quisiéramos sentirnos mas cerca de casa, vemos que la cara de la gente en la calle dice lo mismo, hay mas tranquilidad aunque la angustia esta en el aire. Los museos, atracciones e iglesias están cerradas. Hay poca gente en la calle. Los diarios hablan de carnicerías y se nos hiela la sangre.

Ojalá que los que vivieron el horror de anoche de cerca no tengan la tele prendida o no abran el diario. Ojalá esas imágenes no se repitan nunca más.

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