INFORME EXCLUSIVO: claves para entender la tragedia de calle Salta

Precariedad, negligencia, controles primitivos y fallas en las capacitaciones, son algunos de los denominadores comunes que la explosión de Salta y Oroño tiene con los siniestros de Once, Cromañón, Lapa y Austral. ¿Una explosión más fuerte que la de la Amia? Los hechos que llevaron a la catástrofe que conmovió a la ciudad y el país

“No, no puede ser”, exclamó desesperadamente el gasista. Según afirma, había ido a buscar ayuda a Litoral Gas y estaba a dos cuadras del edificio de Salta 2141. Llamó a su ayudante para saber qué había pasado con esa tremenda fuga que se había desatado a las 9.33 del 6 de agosto y recibió la respuesta que nunca quiso escuchar. “Explotó el edificio”, le dijo Pablo Miño. “No, no puede ser”, replicó.

Todo cambió desde ese instante. Fue una bomba en la ciudad que nunca estuvo en guerra. Asíse sintió en el norte, sur, este y oeste. Un perito de la Policía Federal que estuvo en el lugar del atentado a la Amia en 1994 y ahora en Rosario sostiene que la detonación superó ampliamente a la del coche-bomba que dejó 85 muertos en Capital Federal.

La mayor tragedia de la ciudad en nuestros tiempos ya se había desatado. Salta y Oroño, la esquina de referencia, ocupaba un rato después espacios en los medios de todo el mundo. Rosario, en 2013, se inscribió en la lista negra de “estragos” en el país en los últimos 20 años, todos con denominadores comunes.

El miércoles 22 de febrero de 2012, a las 08:33., fallecieron 51 personas y 702 resultaron heridas en el accidente ferroviario de Once. La noche del 30 de diciembre de 2004, durante un recital de Callejeros, un incendio dejó como saldo 194 muertos y 1432 heridos.

Tiempo antes, el 31 de agosto de 1999 a las 20:54, el vuelo 3142 de Lapa se estrelló cuando despegaba en el Aeroparque Jorge Newbery; murieron 65 personas y al menos 17 resultaron gravemente heridas. Fue tan solo dos años después de la tragedia con el vuelo AU2553 de Austral, que cayó en las cercanías de la ciudad uruguaya de Fray Bentos cuando iba de Posadas a Buenos Aires; fue el el 10 de octubre de 1997 y concluyó con 74 víctimas fatales.

“La valoración conjunta de las constancias recabadas lleva al Tribunal a sostener que existió una concatenación de eventos que derivaron en el hecho acaecido, donde una negligencia […] y el estado del […] siniestrado tornaron lo evitable en una tragedia de enorme magnitud”, expresa el fundamento de un tribunal para avanzar sobre las responsabilidades en una de las causas.

«De tal proceder son responsables todos aquellos que, directa o indirectamente, tuvieron capacidad funcional para modificar el escenario adverso existente, pese a lo cual, desarrollando una política empresarial desaprensiva que, lejos de tender a conservar en un umbral mínimo los riesgos propios de la operación, priorizó la atención de asuntos corporativos en desmedro de las específicas funciones asignadas, permitieron y avalaron el paulatino y constante crecimiento de los peligros», agrega.

Sin nombres propios, cualquiera de esas circunstancias encajan perfectamente en cinco tragedias anunciadas, incluidas las de Salta entre Balcarce y Oroño, a las 9.38 del martes 6 de agosto de 2013 en Rosario.

Negligencia, impericia, precariedad, omisión a las numerosas alarmas previas, escaso mantenimiento, fallas en el control e inspecciones, corrupción, nula o insuficiente capacitación y el paraguas de las privatizaciones de los 90 son el denominador común de los siniestros que enlutaron al país y que están caratulados, cada uno por separado, como “estrago” y que forman parte del costado más triste historia contemporánea de la Argentina.

Maldita privatización

Gas del Estado era una empresa reconocida a nivel mundial cuando fue aprobada su privatización, el 26 de marzo de 1992. Tenía una facturación cercana a la de YPF y llegó a ser, inclusive, comparada con la estatal Gaz de France, un ejemplo en la prestación del servicio. El 28 de diciembre del mismo año pasó a ser Litoral Gas; con sede en Rosario, distribuye en Santa Fe y en el noreste de Buenos Aires, a más de tres millones y medio de habitantes. Tiene una licencia por 35 años, con opción a otros 10.

Son accionistas Tibsa Inversora S.A., propietaria del 91.66 por ciento del paquete accionario, estando el 8,34 restante en manos de empleados y ex empleados de la Empresa. Los socios de Tibsa son Suez-Tractebel S.A., un holding totalmente controlado del grupo GDF-Suez, con una participación del 70%; y el Grupo Techint, que a través de su empresa Tecpetrol Internacional, posee el 30 por ciento de las acciones.

La firma, prestataria de un servicio público, podría quedar en la mira por falta de mantenimiento, inversión y renovación de las redes, según señalan distintas voces públicas y privadas formadas en la materia.

Inclusive por qué, en instalaciones añejas y con presuntos arreglos precarios, las inspecciones de la compañía fueron, cuanto menos, livianas. Constataron, con agua enjabonada, que las fugas en el edificio en los días previos a la explosión habían sido reparadas.

Claro está, la supervisión de las empresas propietarias y accionistas no fue la mejor. Tampoco su aporte: Litoral Gas trabaja solo de la calle para afuera con personal propio y contratistas. Hacia adentro, delega el trabajo a los «gasistas matriculados». ¿En qué consiste? En cuanto a capacitación, literalmente nada. Se lo dijo el gasista Carlos García a la Justicia y su testimonio habría sido ratificado por al menos dos directivos de Litoral Gas en su declaración informativa.

Negligencia o impericia, siempre presentes

En la tragedia de Lapa en Aeroparque quedó cuestionado el accionar del piloto y el copiloto del vuelo 2141. En Cromañón, es conocido, alguien encendió la bengala que desató el fatal incendio. En Once, algunas pericias apuntan contra el maquinista. Y en Rosario, el mismo martes 6 de agosto detuvieron al gasista. “Consideramos que, al menos, hay un obrar imprudente. Y no puede descartarse la impericia”, explicó el fiscal de cámara Guillermo Camporini.

Carlos García, el operario matriculado que trabajaba en Salta 2141, tiene más de 20 años de oficio. Jamás imaginó que el trabajo que fue a hacer a las 9 de la mañana iba a culminar en una trágica explosión.

Como datos certeros, que surgen del relato de testigos y de la versión que el propio gasista expuso ante la Justicia, tomó su matrícula en 1990 a partir de un curso que realizó y nunca debió revalidarla mediante un examen. Puntualmente, sobre el momento de la tragedia, aún está en discusión si notificó o no a Litoral Gas del cambio de regulador que fue a realizar.

Cuando se produjo la fuga de gas, buscaba confirmar si había podido cortar el suministro en el edificio. Algo había fallado. Intentó desesperadamente tres cosas: comunicarse telefónicamente con el 0800 de la empresa y con el 911; como no lo logró, tomó su camioneta y se fue. Según dice, a buscar ayuda directamente a la sede de la empresa, ubicada en Mitre y San Lorenzo.

Algo quedó claro: si la firma tiene un protocolo de actuación ante emergencias, García lo desconocía o no lo aplicó, pese a sus 23 años de experiencia. Y si lo conocía, fue insuficiente.

Como primer punto, no contaba con línea directa con la empresa aún mientras estaba realizando una labor que, quedó en evidencia, era de riesgo. Buscó ayuda al 0800, un call center comercial y técnico que atienden entre 6 y 7 empleados. Y que, pese a las exigencias del ente regulador, no respondió la llamada en «segundos».

¿Algo más? Su única compañía nada podría haber hecho. Es un joven de 26 años que llegó como ayudante. Alcanzaba herramientas, cuidaba la camioneta, pero no tenía conocimientos en la materia. Puntualmente, se desempeña en una fábrica en horario nocturno, entre las 21 y las 5. Llegó a Salta 2141 como parte de una «changa», de acuerdo a lo que argumentó su abogado.

Una tragedia anunciada

“Se apagaban los calefones, no andaban las estufas, no tenía fuerza la llama de la cocina”. Pedro, el portero, buscó reconstruir los días previos al siniestro en pleno centro rosarino. Todo lo que describió sucedía, en definitiva, por las probables fallas en el regulador o por las fugas que habían ido a reparar en las dos semanas anteriores al hecho. Inclusive, los 63 departamentos tuvieron el servicio interrumpido en diversos lapos. García, se defiende, fue convocado por la administración del edificio a partir de las «múltiples fugas».

Como datos fehacientes, la administración y Litoral Gas conocían que, en un edificio añejo, detectaron pérdidas dos veces anteriormente entre el 24 de julio y el 2 de agosto. De hecho, según el fiscal Camporini, ya reconocieron ante la Justicia que una de ellas no era ni en la válvula ni el regulador en cuestión. En algunos de esos casos un empleado de la firma hizo una marca con pintura amarilla en la vereda. Así se marca, entre otras cosas, un lugar que tuvo una pérdida.

Infraestructura precaria

Cuando el fuego de desató en Salta 2141, tardaron dos horas y 40 minutos en cortar el suministro de gas para facilitar las tarea de los Bomberos. Hasta allí, pasadas las doce del mediodía, el fuego no pudo extinguirse porque el servicio seguía activado.

Surgen dos cuestiones concretas en la reconstrucción del hecho: no había manera de interrumpir el fluido de gas en Rosario ni de hacerlo en el edificio. O sí: accionado una válvula a la que era imposible llegar. Estaba ubicada detrás del fuego y era imposible acceder. En conclusión, tuvieron que hacer dos pozos en las esquinas para obturar caños.

Entre otras cosas, en el edificio había, por ejemplo, departamentos que no contaban con la manija práctica para cerrar la llave de paso. Se requería al menos una pinza. Nada cómodo para una emergencia.

Y entre el amor propio, la voluntad y todo el reconocimiento a los Bomberos, surge del relato de los primeros periodistas que llegaron al lugar minutos después de la explosión que la escalera de una unidad del cuerpo local por algún motivo insuficiente. O no funcionaba o no tenía la extensión necesaria. Debieron esperar una dotación de Villa Gobernador Gálvez para iniciar los rescates -exitosos por cierto- en altura.

Control, capacitación e inspecciones, un talón de aquiles

«Los controles que realizó la empresa anteriormente fueron muy limitados, muy primitivosrealmente, es inadmisible», indicó Graciela Argüelles, la fiscal de primera instancia que forma parte de la investigación del siniestro de Rosario.

Del aporte del gasista, inspectores y expertos en el tema, se desprende que los inspectores utilizan agua enjabonada o un pulverizador con detergente para controlar su hay escapes de gas.  “Si no hace burbujas, no hay pérdida”, explicó un inspector.

Cuando rehabilitaron el servicio en Salta 2141, siguieron el protocolo de la empresa. ¿Cuál es? Si dos personas del edificio tienen gas, significa que todo funciona.

A la descripción sobre la ubicación de la válvula de corte del edificio a la que no se pudo acceder por el fuego, se suma la nula capacitación que la empresa brinda a los matriculados. Lo denunció García en privado y lo hizo públicamente su abogado. A ello lo habrían admitido dos de los tres gerentes de Litoral Gas que ya declararon ante la Justicia.

Los gasistas se pueden formar en institutos terciarios y rinden un examen para obtener la matrícula. Después, pagan anualmente la renovación, pero no deben superar ninguna prueba. García rindió en 1990. Es decir, hace 23 años. Nadie le exigió que lo hiciera algo más.

En ese sentido, quedó también bajo la lupa el Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas), cuyos funcionarios podrían ser citados al Congreso. Por lo pronto, se presentaron de oficio ante la Justicia para obtener los detalles de la causa e iniciaron un sumario sobre Litoral Gas.

Puntos en común

En las causas por Once, Cromañón, Lapa y Austral, en lo que la Justicia llama «estragos», hay impericias, fallas en los controles e inspecciones, firmas que no invirtieron en seguridad ni controles, escasa o nula capacitación y más. Claro, está, también el dolor, la angustia, bronca e impotencia rodean a los hechos.

Todo ello, de a poco, se va conociendo que confluyó también el martes 6 de agosto de 2013 en Salta y Oroño, el lugar que durante siete días fue la esquina de la catarsis. Y ahora es una referencia en el país de los estragos.

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