CELOS: LA EXPRESIÓN DEL VACÍO
Todo el mundo ha sentido alguna vez, en algún momento de su historia personal, los incómodos y penetrantes celos, en mayor o menor medida. Los experimentamos en el marco de los vínculos familiares, en la pareja, con amistades, en el ámbito laboral, ante logros ajenos… Los celos son una emoción universal y pueden surgir frente a una amenaza real o imaginada.
¿Por qué se producen? Fundamentalmente porque tenemos miedo de perder algo que consideramos nuestro o de lo que dependemos emocionalmente… Si somos presa de lo celos o padecemos a personas celosas, ¿hay algo que podamos hacer?
Un posible primer paso es comprender. Como en el caso de cualquier emoción, los celos pueden ser gestionados y trascendidos. O al menos podemos trabajar para no identificarnos con la emoción cuando se manifiesta y, así, evitar que los celos nos controlen. Hay quienes se hunden en la más absoluta de las paranoias celotípicas y, por eso, deterioran sus vínculos y se destruyen a sí mismos.
Los celos constituyen una emoción intensa y compleja: traen consigo una serie de sensaciones negativas como inseguridad, miedo, inquietud, duda, sospecha, hostilidad, rechazo… Sobran razones, pues, para escapar de la celotipia, ya sea que la padezcamos en carne propia o que afecte nuestros vínculos porque el otro con quien intentamos relacionarnos sostiene una actitud celosa.
¿Por dónde empezar? Lo primero que debemos hacer es tratar de ser conscientes de qué hay exactamente detrás de esos celos, propios o ajenos, a los que nos enfrentamos. Saber cuál es la necesidad no cubierta; conocer y entender el vacío que los motiva puede ayudar a modificar la actitud o encontrar nuevas formas de relacionarnos.
Cuando somos capaces de ver algo es cuando comienza el proceso de sanación.
Un buen modo de comenzar a trabajar sobre la celotipia es también observar desde el discernimiento, para poder identificar si el disparador de nuestros celos es una causa real o imaginada.
Muchas veces sufrimos por cosas que en verdad no existen.
Pero, más allá del tipo de causa que active en nosotros una actitud celosa, debemos realizar un trabajo interno y una sanación de vínculos (perpetuándolos o alejándonos, según corresponda) para lograr que la emoción no controle nuestras vidas ni determine nuestro grado de felicidad. Una vez que dejamos que los celos o las personas celosas tomen el control, se desata el conflicto, se instala el miedo y aparece un estado de alerta crónica que provoca estrés y todo tipo de enfermedades.
Dejar de celar o salir del foco de la sospecha de alguien más se vuelve imperativo porque de ello depende nuestra salud mental, emocional y física.
Si las explicaciones no bastan, porque a veces nos cansamos de pensar, de intentar, y nos frustramos por no poder cambiar, una buena alternativa es abordar la cuestión desde la dimensión espiritual. Los celos también pueden trabajarse desde el Yoga y otras terapias complementarias. Cuando el caso es grave se debe recurrir a ayuda profesional, pero, podemos complementar ese tratamiento o atender estados de celos no patológicos, reflexionar, tomar consciencia y trabajar sobre nosotros mismos con estas herramientas.
Desde el punto de vista espiritual, los celos se relacionan con el apego: “una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza”. Mantenemos relaciones apegadas porque proporcionan seguridad, consuelo y protección. Además, el apego se vuelve intenso en momentos de crisis, de necesidad. De ahí que celos y vacío se vuelvan un binomio interdependiente. El apego puede volverse patológico o enfermizo cuando alguno de los integrantes del vínculo necesita el contacto permanente con la otra persona porque de lo contrario siente que está en peligro o que pierde el control sobre la relación. Pero debemos saber que ningún vínculo puede ni debe ser sostenido desde emociones como el temor ya que de ese modo se genera sufrimiento en ambas partes.
En un vínculo marcado por los celos nadie gana.
Si permitimos que nos celen y controlen perdemos nuestra identidad, libertad y alegría; si celamos, también dejamos de ser libres y perdemos la valiosa oportunidad de enfocarnos en nuestro desarrollo personal.
Para salir de una actitud celosa se debe trabajar sobre la confianza, no solo en las personas, sino fundamentalmente en nosotros y en la vida misma.
La relación amorosa con apego, así como cualquier otro vínculo, es en realidad acostumbramiento, dependencia, inseguridad, miedo a la soledad. Cuando los celos forman parte de nuestra vida estamos frente a un grave problema porque trasladamos esa actitud a todos los ámbitos en que nos desenvolvemos y la existencia se nos vuelve cada día más triste, ausente y sufriente.
Los celos y el apego se confunden y se justifican con el amor. Pero donde no hay libertad y disfrute no hay Amor posible.
Antes de celar o dejarnos celar, pensemos en nosotros y en quienes son objeto de nuestro amor. Merecemos experimentar nuestros vínculos de otra manera. Merecemos vivir de tal manera que sea un verdadero placer estar en este mundo. Merecemos existir en presencia plena, con soberanía absoluta sobre nuestra unicidad. Únicamente desde ese lugar podremos construir vínculos sanos, profundos y duraderos.
Los vacíos se expanden cuando estamos ausentes, pero se llenan al amar y ser amados. Permitite la experiencia.
Diana Santoro
Profesora en Letras
Comunicadora
Profesora de Yoga
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