Opinión – El Tedeum, la palabra incómoda y el eco de la historia

En la Catedral Metropolitana, el 25 de mayo volvió a ser más que una fecha patria: fue un escenario político. Pero no de discursos oficiales, sino de silencios elocuentes. Como en aquellos años en que el entonces arzobispo Bergoglio le hablaba al poder kirchnerista desde el púlpito, ahora fue su discípulo, Jorge García Cuerva, quien elevó la voz —con firmeza, sin estridencias— ante el presidente Milei.
El paralelismo no es menor. Bergoglio y Kirchner protagonizaron una relación tensa, en la que la palabra del pastor incomodaba al relato oficialista. Hoy, García Cuerva repite el gesto profético de su mentor: interpela al poder con el Evangelio en la mano y una mirada social cristiana.
“Nuestra Argentina se muere” —dijo—, pero no por falta de planes o reformas, sino porque sangran la fraternidad, la empatía y la justicia. Fue un llamado a no cosificar a los pobres, a no reducir la política a un Excel ni el bien común al mercado. No hubo consignas partidarias, sino una advertencia: sin diálogo ni humanidad, no hay comunidad posible.
El Tedeum volvió a ser lo que nunca debió dejar de ser: una pausa incómoda para los gobernantes, un espejo moral para la dirigencia, y una bocanada de oxígeno ético en tiempos de cinismo institucionalizado.
Redacción y opinión: Marcelo Pacifico
Abogado
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