EL ENEMIGO INTERNO

dianaEn tal grado somos seres de comunicación que parecemos no existir por fuera de la palabra. En el silencio se diluye nuestra identidad y hay que tener mucha fortaleza para fundirse con la existencia. Además, la palabra se resiste a morir, persiste, aunque jamás sea vocalizada. Al menos en esta experiencia terrena, somos lenguaje viviente y pertenecemos a un idioma universal: el pensamiento, la emoción y la acción. Nuestra corporeidad es su traducción concreta, material. Lo que llamamos “nuestra vida”, también.

Vivimos reflexionando sobre la responsabilidad que implica usar la palabra. Nos acorazamos para protegernos de las voces ajenas. Sin embargo, somos absolutamente vulnerables frente a nuestro adversario más letal e invisible: el enemigo interno.

Nos habita un diálogo interior que muchas veces adquiere la forma de lo negativo y que configura una serie de creencias limitantes que dan forma a nuestra realidad. Creamos nuestra vida en función de lo que nos decimos. “No soy lo suficientemente bueno, buena”… “Mi vida es un espanto”… “El mundo está contra mí”… “Nunca voy a lograr ser feliz”…

En el mejor de los casos te habrás dicho, en silencio, cosas como estas solamente durante alguna etapa complicada de tu vida que quizás hoy ya mora en el pasado. Podrás, entonces, dar fe de lo mal que se siente ser presa de este tipo de pensamientos. Pero es cuestión de que vuelvan a manifestarse conflictos externos, de que surjan expectativas y frustraciones o de que flaquee tu voluntad para que reincidas en la sangrienta lucha que se libra entre tus propios muros.

inner-voice

La batalla con el enemigo interno está perdida de antemano pues la identidad entre quien sufre y quien hostiga le otorga al adversario cabal conocimiento de los puntos débiles.

El arma más infalible de tu enemigo interior es tu ceguera. ¿Por qué no habría de tener razón esa voz que resuena en tu cabeza? ¿Por qué no darle autoridad? ¿No es, al fin y al cabo, la voz de tu consciencia? No. La respuesta es simple: la consciencia no tiene entidad negativa porque no juzga.

Lo negativo puede instalarse solamente en el nivel de los pensamientos y de las emociones. La consciencia está por encima de ellos. Y es allí donde reside la felicidad, no como meta, no como objeto sino como experiencia, como una instantánea  de nuestra identificación con la existencia plena, más allá de juicios y temores.

¿Cómo instalarnos en la consciencia? Hay múltiples vías. Hay tantos caminos como caminantes. Lo importante es buscar las herramientas y emprender la travesía. No le des el poder ni siquiera a tu propia voz porque podría ser solo un eco más de este mundo complejo proveniente de tus abismos, de tus zonas más oscuras. Escuchala, pero si te conduce a instalarte en una infelicidad perpetua, abrite al diálogo con Todo y con todos, o simplemente ingresá al refugio del silencio donde puede escucharse y aprenderse mucho más de lo que se cree.

DIANA SANTORO

PROFESORA EN LETRAS

COMUNICADORA

PROFESORA DE YOGA

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