Opinión – El PRO y la renuncia silenciosa a su razón de ser 

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“…y me entregué sin luchar…” Cafetín de Buenos Aires (S. Discépolo y M. Mores) 

En lugar de defender su gestión, territorio e identidad republicana, el PRO eligió diluirse en La Libertad Avanza. Si al gobierno le va mal, no solo dejará de ser una alternativa electoral sino que perderá su potencia como espacio real de construcción política.  

El reciente acuerdo electoral entre el PRO y La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires no fue un pacto entre fuerzas políticas con objetivos comunes. Fue una absorción lisa y llana. El PRO no se integró: se disolvió. Cedió territorio, identidad y representación a cambio de unas pocas candidaturas menores. Y para colmo, aceptó diluir su razón de ser con tal de permanecer cerca del poder. 

El PRO tenía valor: intendentes con gestión, presencia territorial, experiencia de gobierno y una identidad construida desde el republicanismo, la economía de mercado y el respeto a las instituciones. Esa base, que alguna vez representó una esperanza de recambio para amplios sectores de la clase media argentina, fue entregada sin condiciones a La Libertad Avanza. 

Porque lo que está en juego no es solo una alianza táctica, sino la deglución de un espacio político por parte de un proyecto que desprecia los valores más básicos del sistema democrático: la división de poderes, la existencia de una prensa libre, el rol del Congreso y la legitimidad del Poder Judicial. Un proyecto que se siente más cómodo en la agresión que en la deliberación, en el agravio que en el consenso. 

El PRO cometió un error grave: en lugar de ir a una elección —incluso en condiciones desfavorables— para reafirmarse como alternativa, prefirió diluirse en la fuerza dominante del momento. Eligió la supervivencia de algunos dirigentes por sobre la vigencia de un espacio. Pero si La Libertad Avanza tropieza, si el malestar social se organiza, si la burbuja se pincha, ¿quién queda como opción? El PRO ya no estará ahí: ni como referencia ni como voz propia. 

También resulta débil el argumento esgrimido por algunos dirigentes del PRO: que era necesario cerrar filas para “evitar el regreso del kirchnerismo”. Ese temor ya no tiene el peso de otros tiempos. La realidad biológica, judicial y política de Cristina Fernández de Kirchner limita sus posibilidades, y su espacio político atraviesa un proceso evidente de debilitamiento. El kirchnerismo conserva fuerza en algunos distritos, pero ya no representa la amenaza dominante de otros años. Aferrarse a ese fantasma como única justificación es sólo la excusa para abandonar el proyecto propio y “tirar la toalla”, como dicen en el boxeo. 

En política no se trata solo de ganar hoy. Se trata de construir futuro. Y para eso, hay que tener identidad, convicciones y coraje. El PRO tenía una parte de eso. Hoy, al menos en PBA, eligió resignarlo todo.  

La Argentina necesita un centro republicano, potente y plural, que combine firmeza institucional, apertura económica y sensibilidad social. No la capitulación de sus referentes. 

El PRO tenía una historia, una gestión, un lugar en el escenario político. Pero en este turno, eligió —como en el tango— entregarse sin luchar. Dudo que le queden otras oportunidades.

Redacción y opinión: Marcelo Pacifico

Abogado 

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