DE HILOS Y DE ATADURAS

 

portadaEl Universo mismo es interconexión. Aunque nuestro ego nos diga lo contrario, no hay chance de sustraernos a la interacción. La separación es simple ilusión, mera proyección de nuestras mentes y capricho de nuestra compleja y fluctuante emoción. ¿Somos, pues, indefensos seres condenados a vincularnos? La respuesta, como la vida misma, no es tan simple. Y la cuestión no es tanto sobre si o no, sino sobre cómo

Nuestra existencia se debate entre dualidades aparentes que alimentamos a fuerza de odio, rechazo, crítica, desamor, indiferencia… La raíz es, en realidad, una: el miedo. Venimos a este mundo sin saber de dónde, cómo, por qué ni para qué. Quienes se lo plantean son presa de la angustia existencial. Quienes no lo hacen, también. Distintas causas, un mismo resultado. Quienes habitan en la pregunta se desbordan de inquietud y de posibilidades. Quienes jamás lo hacen, están, a priori, excluidos de idear y experimentar cualquier tipo de conexión.

Quizás sea esta la palabra clave: conexión. El problema es que nuestra percepción de este concepto es tan humana como nosotros. Creemos que la conexión se da entre dos objetos o sujetos que, estando separados, se unen.

En realidad la Conexión, cuando es verdadera, como el Absoluto, no tiene exterior posible.

En esta Tierra que es, por su misma naturaleza, polaridad, venimos a vivir, causalmente interpelados por todo lo que existe. Nacemos, también, debidamente dotados de sentidos y facultades que así como pueden permitirnos apreciar e intervenir el maravilloso mundo en que vivimos, pueden ser el instrumento para distraernos cuando nos negamos, también por miedo, a observar la célula reina de la existencia humana y el cuerpo íntegro de la existencia toda: nosotros.

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Perdidos en lo que no somos nos relacionamos con el mundo. Reaccionamos a él.

Porque la relación es, en esencia, eso: reacción.

Ocupamos un espacio en el que nuestras trayectorias inevitablemente se cruzan con todo lo que cohabita en nuestra esfera. Ni en la reclusión más extrema podremos evitar la interacción. El mismo aire que respiramos es ya un intercambio. En la medida en que ese diálogo con la existencia genere en nosotros un efecto que devenga en una respuesta, expresada o silenciosa, física o mental, emocional, espiritual, la relación se habrá establecido. Del carácter de la reacción, constructiva o destructiva, dependerá el resultado: aceptación, búsqueda de caminos alternos, empatía, convivencia y plenitud o sufrimiento, daño e indiferencia. Y si a esta ecuación se suma la ilusión del tiempo, la entidad de durabilidad que subjetiva y apegadamente damos a las interacciones y relaciones, se habrá creado el vínculo. Vínculo como conexión o como atadura. Vínculo como hilo invisible que nos une y sostiene o como nudo.

Solo lo consciencia podrá ayudarnos a ver cómo se teje nuestra vida y a decidir el tipo de trama. Solamente ella nos enseñará que se puede destejer y retejer infinitamente, hasta llegar a disfrutar del abrigo de nuestra obra, del calor de vínculos sanos y de la liviandad de uniones sin cargas.

Hay un Viaje de conexión ineludible y se hace al interior de lo que somos. Hay una existencia compleja y no se analiza, se vive a mente y corazón abiertos, a mano tendida. Solo en un camino tal la vida puede llamarse en verdad vida.

DIANA SANTORO

PROFESORA EN LETRAS

COMUNICADORA

PROFESORA DE YOGA

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NATHA YOGA

 

PREMA

FLYER PRODUCTORA FACE

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