PROVINCIALES- SOCIEDAD- VIDEO- Brutal agresión de un alumno a su maestra: casi perdió la vista de un ojo

En plena clase, la docente quiso defender a un nene y otro la atacó. «Perdí mi vocación», asegura ella ahora.

Brutal agresión de un alumno a su maestra: casi perdió la vista de un ojo

«Perdí mi vocación, bajé los brazos, ya no puedo sostener la sonrisa, ahora mis niños me dan miedo», dijo Julieta.

Hasta hace unos días, Julieta Petrolo era una maestra de Santa Elena, Entre Ríos. Hoy está en Paraná, intentando que la atiendan en la clínica de la ART. Tiene el hombro distendido, cuatro vértebras cervicales comprometidas y perdió el 90% de la vista del ojo izquierdo por la furia de un alumno de quinto grado. Contó todo en Facebook.

El 25 de abril, en el aula, quiso defender a un chico de 10 años que estaba siendo ahorcado por otro, mayor, contra el suelo. Ahí fue cuando recibió los brutales golpes del adolescente, de unos 13 años.

«Perdí mi vocación», posteó Julieta en una dura carta en esa red social. Y en diálogo con TN contó que, además, tuvo que vender ropa usada para pagar parte del tratamiento porque el seguro no le cubre.

Julie Petrolo

Santa Elena 16 de mayo de 2017

Sobre la violencia Pedagógica

Hoy decido escribir estas palabras porque no encuentro forma de sacar de mi cuerpo tanta angustia hacinada.
Todo empezó aquella noche cuando tenía apenas 9 años, mamá llegó a casa las 11 de la noche como lo hacía todos los días.
Esa noche en especial, me despertó el beso en la frente.
¿Por qué llegas tan tarde mamá, no te veo en todo el día y lo único que me das es un beso de buenas noches? Mi viejita trabajaba todo el día en un kiosco limpiando, por las noches, cursaba el magisterio.
Ella con una sonrisa respondió: “Quiero un mejor futuro para vos, y quiero un trabajo que me de felicidad todos los días. Cuando eres maestra, los chicos te besan todos los días y te llevan flores, las mamás te saludan con gratitud y cada aula huele a tizas de colores y conocimiento. “¡No hay mejor trabajo que el de ser maestra Julieta!”
Esa noche me dormí pensando que mi vocación ya estaba en mi sangre, era mi destino tener el mejor trabajo del mundo.
Seis años trabajé con alegría, siempre responsable y agradecida a Dios por las escuelas hermosas de mi ciudad.
Un 25 de abril de 2017, yo perdí mi vocación.
En una escuela llena de dolor, en un aula carente de límites, en un aula que no era la mía, vi la violencia y no la soporté….tuve que contenerla.
La ira de un alumno hacia otro destruía poco a poco su frágil cuerpito. Como soy intolerante al maltrato, decidí intervenir. El resultado fue un cambio de rumbo de su cólera, ahora su punto de alivio era YO. No me defendí, me deje golpear, era preferible mi cuerpo enorme a ese cuerpo frágil.
Cuando se cansó de golpear, se sentó, con la mirada fría, se puso a leer como si nada hubiera pasado.
Toco el timbre de recreo, me fui a la biblioteca, allí mis colegas escucharon la historia y me acompañaron a la dirección en donde luego de dos preguntas vacías me enviaron a la clínica.
El movimiento de cuatro cervicales no se compara con dolor de una distensión de hombro. El miedo y el abandono no se comparan a la pérdida del ser.
Hoy en día, me ahoga la angustia, tengo que sacarla, la gente tiene que saber que esto pasa en el devenir de las escuelas entrerrianas. LAS DOCENTES SOMOS VIOLENTADAS DIA A DIA, nos golpean, nos escupen, nos insultan, si nos quejamos nos amenazan con “bajarnos la nota de los conceptos” que son nuestra forma de conseguir una estabilidad laboral futura.
Si hablamos de violencia obstétrica, de violencia de género, ¿Cómo llamamos a la violencia hacia el maestro?
Ahora mismo estoy vendiendo ropa usada porque la ART del Consejo General de Educación de la provincia de Entre Ríos no me cubre la medicación para el dolor, pedí por favor ayuda psicológica para poder volver a ser yo misma y me la negaron.
Cuando intento salir a la calle veo rostros, rostros vacíos que me espantan, no puedo buscar a mis hijos a la escuela porque esas caritas que antes me hacían feliz, hoy me hacen llorar.
Esos abrazos, esos besos llenos de galletitas, esas caras de asombro en el laboratorio…..ya no las puedo enfrentar.
Yo, docente, abandonada por el Estado, por la aseguradora, por la escuela, yo hoy……perdí mi VOCACIÓN. Ya bajé los brazos, ya no puedo sostener la sonrisa, ahora mis niños me dan miedo.
La VIOLENCIA PEDAGÓGICA existe, está ahí, frente a nosotros, que giramos la cabeza y decimos: “Si no les gusta para que estudiaron eso”. Amo desde mi infancia la docencia, pero amo mi labor, para lo que estudié: ENSEÑAR.
No soy una bolsa de boxeo, no soy una suplente que pasa sin dejar rastro, soy una persona, una persona que lamenta haberse despertado esa noche con el beso de mamá.

Prof. Julieta Anahí Petrolo
DNI: 32.343.036

«La ART no se está haciendo cargo de nada. Yo soy suplente hasta el 26 de junio. Me mandan las recetas y debajo me ponen ‘no corresponde’. No sé por qué no corresponde, por eso vine a Paraná para que me digan», señala la mujer, que no se olvida de la generosidad de la gente de Santa Elena.

Julieta no sólo pidió el tratamiento traumatológico, también solicitó atención psiquiátrica por todo lo que vivió. «Ese día, la docente de grado faltó porque tuvo un principio de ACV. Un directivo me pidió que saliera de mi grado (es docente de 4°) y me haga cargo de ese curso», recuerda. En ese 5° grado, donde sufrió la agresión, cursan chicos de entre 10 y 13 años.

«Un 25 de abril de 2017, yo perdí mi vocación. En una escuela llena de dolor, en un aula carente de límites, en un aula que no era la mía, vi la violencia y no la soporté… tuve que contenerla. La ira de un alumno hacia otro destruía poco a poco su frágil cuerpito. Como soy intolerante al maltrato, decidí intervenir. El resultado fue un cambio de rumbo de su cólera, ahora su punto de alivio era YO. No me defendí, me dejé golpear, era preferible mi cuerpo enorme a ese cuerpo frágil», escribió en Facebook.

Ese día Julieta estaba de espaldas escribiendo en el pizarrón hasta que escuchó la pelea entre los alumnos: «Yo me metí. Los separé. Lo agarré de los hombros. Ahí él se dio vuelta, me miró y me empezó a golpear.»

Julieta recibió dos golpes «fuertísimos». Pero uno de ellos, en el hombro, la hizo chocar contra la pared.

«Al distender el hombro, casi sacarlo de lugar, movió la cervical y afectó la vista. Los alumnos se asustaron y le dijeron a su compañero que parara. El se dio vuelta, se sentó, agarró un librito que tenía en la mano y se puso a leer. Como si nada», continúa el relato.

La familia del nene que la agredió no se comunicó con Julieta. «Por lo que me cuentan mis compañeras, él sigue igual, nadie citó a sus padres, nadie hizo nada. Porque es menor», dice la docente, que en ese momento, se sintió «una bolsa de boxeo».

«¿Sabés por qué me sentí así? Porque uno no se puede defender. Uno nunca tiene que pegarle a un niño, no hay que atacar al débil», resalta.

En Facebook su carta conmueve, sobre todo, porque habla de una vocación que ya es parte del pasado y hasta le da miedo. «Perdí mi vocación. Porque yo ahora tengo miedo de entrar a la escuela. Ni a mis hijos llevo a la escuela ahora», cierra llorando en TN.

Julieta sigue con el cuello ortopédico. Pero ahora también tendrá que usar una lente especial para su ojo izquierdo.

Fuente: Clarín

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