Nacionales-En Junin denuncian al CPC por atacar a balazos a una familia

14.jpg_1572130063Ocho móviles policiales llegaron al lugar persiguiendo una motocicleta. Ingresaron ilegalmente a la propiedad y efectuaron disparos con balas de plomo. “Tengo miedo por mis hijos”, dijo Vanesa Olivares. La denuncia quedó en manos del fiscal Sergio Terrón.
Los estruendos de los disparos, que sonaron casi en sus oídos, los sacaron de la sorpresa que les estaba causando lo que sucedía en la Bombonera cuando tenía que empezar el segundo tiempo del Superclásico copero. Cuando salieron al patio de la vivienda, se encontraron con un batallón de efectivos del CPC que, con sus armas reglamentarias en las manos, disparaban a la oscuridad.

“Qué hacen, salgan de mi casa. dejen de disparar”, fueron las primeras palabras que salieron de la boca de Vanesa Olivares y de su marido, Silvio Gutiérrez. La respuesta de los policías fue violenta: “metete adentro, vos”, y continuaron disparando.

En la casa había dos matrimonios con sus hijos que se habían juntado a comer un asado para mirar la definición entre Boca y River. Pero, igual que el clásico más importante de Sudamérica, la velada terminó mal.

Persecución

La historia comenzó cuando un motociclista escapó de un control, generando una persecución por las calles del barrio Villa del Parque. La casaquinta en la que vive la familia afectada, ubicada en Los Granjeros y Fomentistas, no tiene portón de ingreso definido pero sí alambrado perimetral.

El fondo de la casa da sobre otra calle pero el alambrado fue retirado para facilitar el ingreso de materiales para la construcción al terreno donde uno de los hijos de la pareja se está construyendo su vivienda. Por ese hueco ingresó el motociclista, que escapó por la parte de atrás. La policía se metió en la quinta en la persecución y empezó a los tiros.

Después de eso, la irracional actitud de los efectivos del CPC que, lejos de continuar siguiendo al motociclista, se apostaron en el interior de la quinta como si se aprestaran a batallar contra fuerzas enemigas que desde la oscuridad los acechaban.

No tuvieron en cuenta los reclamos de los propietarios y sus invitados, quienes les pedían por favor que salgan de la propiedad y dejen de disparar. El motociclista ya se había convertido en cosa del pasado, y los efectivos policiales parecían buscar una excusa para desplegar su frustración.

Balas de plomo

e intimidación

“Bajen las armas, que aquí solo hay pibes comiendo”, canta León Gieco en “El Angel de la Bicicleta”, una canción que recuerda el brutal asesinato de Pocho Lepratti en la represión de 2001. Lejos de ese contexto social, pero con la misma violencia, los efectivos actuaron con total impunidad, sin importar si en el medio de su inentendible balacera hubiera gente.

En un momento, dentro de toda esa locura, los efectivos quisieron llevarse detenidos a los hijos de los dueños de casa, de 20 y 16 años de edad. “Ahí empezaron a disparar otra vez, nos apuntaban a la cabeza y después bajaban las armas y disparaban a nuestros pies”, dijo Olivares a LA VERDAD.

Olivares, junto a su marido, tiene un puesto de venta de pochoclos y garrapiñadas, y conocía de vista a uno de los efectivos a cargo del operativo. Le dijo que no podía ser lo que estaban haciendo. La respuesta fue un empujón y un insulto: “vos conchuda de mierda correte de acá”.

En ese momento uno de los policías ingresó a la casa y le pegó un machetazo a uno de sus hijos. “Ya había pasado como media hora de todo y salgo a correr al efectivo de mi casa. Empezaron a disparar otra vez. En un ataque de desesperación, llamo al 101 y pido hablar con el jefe. Me dicen que me mandan un móvil, y le digo lo que había pasado. Llame a la Primera, me respondió”.

Mientras la mujer intentaba comunicarse con la Comisaría, los efectivos del CPC comenzaron a recoger los cartuchos y las vainas servidas que habían quedado esparcidas por todo el terreno. El resto fue recogido más tarde por la familia y por el propio fiscal Sergio Terrón.

“Que no vuelvan

a trabajar más”

Cuando llegó el personal de Comisaría Primera la situación se tranquilizó. Los efectivos tomaron nota de lo que los testigos aportaron y llevaron a la mujer a hacer la denuncia a la sede policial, donde la recibieron el comisario y el subcomisario.

“Me atendieron muy bien y le dieron curso a la denuncia. Después llamaron al fiscal Terrón que llegó a la comisaría y también me escuchó”, dijo.

Del que no pudo decir lo mismo es del responsable del CPC, Hugo Ferrari, quien descreía de los dichos de la mujer y defendía el accionar de su personal.

“En la comisaría salieron diciendo que habíamos roto los patrulleros, algo que no es así. No voy a romper algo que estoy pagando yo”, expresó.

Lo único que la mujer quiere ahora es que los 16 efectivos que participaron de la bochornosa noche dejen sus lugares, ya que no cree que estén capacitados para portar un arma y vestir un uniforme.

El viernes a la mañana, el fiscal Terrón junto a un perito fueron a la casaquinta, y recogieron vainas servidas y proyectiles de plomo que habían quedado en el patio de la vivienda. En la calle también encontraron más proyectiles.

“Tengo que destacar el trabajo del fiscal, también de Andrés Rosa, de Asistencia a la Víctima, que desde ese día está metido de lleno en el caso”, dijo la mujer.

“Desde ese día tengo miedo, miedo por mis hijos. No puede tenerlos encerrados en mi casa. El jueves, mientras declaraba en la puerta de la comisaría ante el fiscal, el policía que estaba al frente del operativo le dijo a mi marido que si se quedaba sin trabajo iba a salir a la calle a matar gente. Eso lo tomé como una amenaza”, señaló.

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